martes, 3 de agosto de 2010

Carnet de Moto (A)


¿Quieres ser el mas rápido? ¿Buscas sensaciones de poder y libertad? ¿Quieres una moto? ¿y el permiso tipo A? Pues la moto cuesta, y en la autoescuela es donde vas a empezar a pagar, con sudor, dinero y tiempo. [Parafraseando a Fama, pero la serie original].


Motivación

Desde mi punto de vista, existen dos tipos de motivaciones para pasarte al mundo de las dos ruedas: las que se dicen a la familia y las reales. En el primer grupo están aquellas razones como para llegar más fácil al trabajo, el ahorro familiar, reducir tu huella de carbono y demás. Del segundo grupo me quedo con que ha sido una de la ilusiones de mi (ya no tan corta) existencia y porque estoy negro de ver como los grupos de moteros dominicales me adelantan haciendo resonar sus escapes, mientras yo estoy pasando calor en un atasco de latas (coches, para los no iniciados).

Idoneidad

El primer paso es el mas sencillo: lanzarte a la aventura de elegir una autoescuela. Como buen analista, invertí una importante cantidad de tiempo contrastando opciones: si la autoescuela tiene circuito propio, qué tipo de moto usan en las prácticas, el coste de las prácticas, si cobran matrícula, si tienen una sede que me pille cerca, etc. Después de muchos cábalas, elegí la Autoescuela Teide de la zona centro de Santa Cruz.

Primer objetivo: el teórico

Después de pagar la matrícula, no existen clases teóricas (como en el B) así que lo primero es leer concienzudamente el libro, luego hacer los test de la DGT muy sencillos y los test de la autoescuela con preguntas más enrevesadas. Cuando me siento preparado, al examen teórico. Pienso: ¡esto está chupao al lado de Procesadores de Lenguajes con Casiano!. Primer chasco del viaje. Si llego a imaginar que el examen teórico era tan fácil, me hubiera presentado sin preparativos. En fin, me consolé pensando que esto era difícil de prever y que más vale ser responsable y conocer las reglas.

Segundo objetivo: el circuito

Esto no debe ser tan difícil, solo es cuestión de cogerle el tranquilo al bordillo en el que todo quisqui suspende, pero no me considero el menos diestro de la clase, así que no debería ser tan difícil. Pasan las prácticas y pasa el monitor de mí. Cuando tengo confianza suficiente, me presento a examen.

No he superado (en el amplio sentido del verbo) el examen en la primera ocasión. He completado la primera parte razonablemente bien, a pesar de que los nervios me hicieron titubear junto a algunos jalones. Me desplazaba tan lento por el bloqueo mental y el agarrotamiento de manos y pies, que fugazmente, tuve la intención de levantar el pie de la estribera para recuperar el equilibrio en plan trialero.

Sigo pensando que no me parece normal que la mitad de los examinados palmen el examen en los primeros seis metros de recta (B), desde la posición de parado. Como diría Hamlet: algo huele a podrido en Dinamarca.

Estoy cabreado como un chino, tanto conmigo mismo, por mi incapacidad para controlar los nervios, como con el presuntamente corrupto sistema de evaluación del examen. Puede que no sea objetivo en estas circunstancias, pero creo que seria mas lógico que el excederte en uno o dos de los 25 segundos máximos para completar la segunda pista, se considere falta leve o grave, no una expulsión directa.



Pasa el verano y me cambian el circuito, Tranqui que ahora es más fácil porque no hay bordillo... ¡y una porra!. Segundo y tercer suspenso al canto. Me amargo, me replanteo realmente si quiero sacar el A. Finalmente encuentro la salida mental: pillar una 125 cc de marchas para evitar la sangría moral y pecuniaria de prácticas y suspensos. ¡Por fin una decisión acertada!.

Siguiente verano, vuelvo a la carga. Cuarto suspenso totalmente injusto y desmerecido. Me concentro más que un detergente de lavadora en las prácticas y consigo hacer el circuito sin titubear. Antes del examen, el corazón me late como el de un caballo entero, contemplando una cuadra plagada de preciosas yeguas, después de 6 meses de abstinencia. Nada como 20 mg de propranolol, para tenerlo todo bajo control.

Inicio la marcha soltando el embrague suavemente, para evitar tirones. En las chapas, paso con confianza, pero tieso como una vela, apretando las rodillas contra el tanque. En los jalones no muy lento, controlando el equilibrio con el cuerpo y regulando con embrague y frenos. En la segunda parte, salida rápida, llevo la cuenta mental de los segundos. En 3 segundos estoy en los conos, en 10 dando la vuelta y puedo administrar los 15 segundos que me quedan para volver sobradamente. Resultado: ejecución perfecta en quinta convocatoria. Oooeee oeoeoeoe. Si la selección española de fútbol gana el mundial, ¿porqué no puedo yo aprobar el circuito?.

Tercer objetivo: la carretera

Ahora sí que esto es lo mío. Los meses rodando con mi flamante 125 tienen que salir a relucir. Hago tres prácticas y a examen, que se salda con suspenso por saltarme un doble stop. He caído de nuevo en una trampa para novatos. Siguiente convocatoria y finalmente apruebo porque me ha tocado una examinadora profesional, que trata a la gente con respeto y su objetivo no es dar por el ojete moreno, sino evaluar tu seguridad y destreza al volante. Yuhhhuuuu. Aunque no me lo creo hasta que tenga un papel en la mano que lo acredite, aunque sea un bono bus firmado por la secretaria de la autoescuela.

Cuarto objetivo: elegir compañera

Con una 250 cc es más que suficiente. No necesito más, pero ¿para esto tanto sufrimiento?. Mejor algo un poco más grande: 400 todavía no hay, pero una 600 normalita con el kit de limitación me haría el avío... Bueno quizás es mejor dejar esto para una futura publicación. ;-)