martes, 26 de agosto de 2008

Praga


En muchas ocasiones se compara a Praga (Praha para los que han estado allí) con París, ya que la arquitectura de su casco antiguo, la belleza del río Moldava, sus puentes y atardeceres pueden rivalizar perfectamente con la ciudad del Sena.

Mordiskitos se lo pasó en grande, con tanto paisaje, paseo... :-P

Hay ciertos tópicos que pueden ser injustos y cuando se generaliza, casi siempre es posible encontrar un contraejemplo, pero en el caso de los checos cumplen bastante con el perfil del norte de Europa: son más secos que una mojama y no sonríen ni aunque les paguen por ello.

Otra cosa que puede llamar la atención es que hablan muy bajito. En las calles principales, atestadas de gente normal y turistas, hay un silencio casi incómodo que te obliga a susurrar al oído de tu interlocutor si quieres mantener la privacidad en una conversación. Con el tiempo, te llegas a acostumbrar a esto y le ves el lado positivo. Cuando escuchas a lo lejos una conversación casi siempre se trata de otro turista español que hace gala de nuestra fama de escandalosos.

Respecto a la comida típica checa, tienen una gran tendencia a comer carne y preparan casi de todo (carne, arroz, papas, pan,...) en forma de buñuelos (knedlly). No sé porqué, pero las cocinas de los restaurantes típicos huelen directamente mal. Sin embargo, la fruta y la verdura parece más fresca, reluciente y apetitosa. Como dice mi amigo Jonás, que no pue ni más. Uno de los días disfruté en un restaurante francés llamado Chef Martez de un agradable ambiente, buenos olores y un sabroso ratatouille.

El hotel donde nos hospedamos (Hotel King Charles) tenía una decoración un tanto extraña. El mobiliario, la decoración interior (lámparas, teléfono, grifos, etc) y sobre todo los cuadros daban la impresión de haber entrado en la reformada casa del biznieto del conde Drácula. Está claro que la categoría (cuatro estrellas) no es comparable con España. Al menos, está bastante limpio y bien comunicado por tranvía y metro.

El concepto de servicio al cliente parece no haber calado suficientemente. Se echa de menos el trato amable y la sonrisa profesional a la que estamos muy acostumbrados en España.

Hay sitios a donde no ha llegado lo bueno del capitalismo y el progreso, donde todavía se puede hacer uno la idea de cómo vivían los checos en pleno declive del comunismo, como es el caso de la estación de Florenc. Es tan cutre, que por un momento podrías pensar que has dejado Europa y te encuentras en un país tercermundista, ¡ups!... en vías de desarrollo.

Es un viaje totalmente recomendable, pero cada visitante puede tener una opinión e impresión lo mejor cada persona debe probarlo. Czech me out!. Como dice Alicia, donde quiera que apuntes con tu cámara, es fácil que saques una buena foto. Para ilustrar un viaje, nada mejor que una selección de fotos.